Hoy recordamos a una colombiana que se supo ganar el respeto y admiración de su pueblo natal, Villavicencio, por su entrega, alma caritativa y amor por el prójimo.
Nos referimos en este apartado a Felicidad Barrios Hernández, a quien rendimos especial tributo en la presente edición.
Infancia y vida de Felicidad Barrios
Antonio de Barrios y Martha Hernández de Barrios recibieron a su hija un 20 de julio de 1916. Ambos vivían en una casa humilde que en aquella época se situaba en el terreno que hoy ocupa la Gobernación de Meta.
En ese pequeño terruño creció Felicidad. Sus padres la educaron en valores y se esmeraron para que se convirtiera en una mujer de buen corazón, alma generosa y loable proceder.
A la edad de 26 años, contrajo matrimonio con el italiano Leopoldo Lomonaco, un hombre de negocios dedicado a la ganadería, pero quien también compartía los mismos deseos de ayudar a los pobres.
Al fallecer su esposo, en 1959, continuó con su labor caritativa. Poco después, donó 10.000 metros cuadrados de terreno para la construcción de viviendas para las personas más necesitadas.
El Barrio Lomonaco recibió su nombre en honor a su difunto esposo. Años más tarde, Felicidad decidió casarse por segunda vez con Gonzalo Bonilla, prestigioso empresario, quien quedó prendado de su bondad.
Felicidad quedó nuevamente viuda en 1986, pero nunca tuvo hijos. Se comportaba como la madre de todos y, en la medida que podía, repartía alimentos de manera desinteresada.
Ejemplo de altruismo
Muchos de los vecinos de Felicidad Barrios fueron testigos de su capacidad para desprenderse de sus bienes para ayudar a su prójimo. Según los testimonios, donaba los panes y leches a las personas que pedían comida en su casa.
Su altruismo y bondad trascendieron al municipio, con la consecución de obras sociales, actividades caritativas y donaciones a la población más vulnerable.
La Universidad de Los Llanos fue posible gracias a que Felicidad donó un terreno de más de 45 hectáreas. El aula magna se asienta sobre su antigua propiedad.
La Corporación Universitaria recibió 5 hectáreas, mientras que la Cruz Roja fue acreedora de una casa para prestar servicios de salud. Su activismo social también abarca la fundación de las veredas Barcelona y El Cocuy, donde se ocupó, durante 45 años, de la organización de novenas y la entrega de obsequios y platos locales a niños de la comunidad.
Su labor benéfica se basó en llevar alegría y amor a la población de Villavicencio, con una mano en el corazón y la otra en la fe hacia San Francisco de Asís.
Cada 24 de noviembre se conmemora un año de su muerte, en reconocimiento a sus actos de fe y caridad, luego de despedirse del mundo a la edad de 94 años. Pero, el cielo aún sigue de fiesta con la presencia de esta alma repleta de bondad.
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